En el mes de marzo de 1923 el Estado Mayor Central organizó en el aeródromo de Los Alcázares, inaugurado en 1915, un curso de tiro contra aeronaves. En aquellos momentos España estaba inmersa en una guerra contra los Rifeños que se oponían a la colonización de dicha región del norte de África. Por tal motivo, el aeródromo de Los Alcázares tuvo gran importancia como base militar. Cuentan las crónicas oficiales que estaba al frente del mismo el Comandante D. Luis Gonzalo y los Capitanes Riera, Salgado, Montero y Díaz Gómez.

La realización de este evento militar propició la visita a la Región de Murcia, y concretamente a la base militar de Los Alcázares, del Rey Don Alfonso XIII, levantando gran expectación. El monarca, tras pasar revista en la base militar, asistió a parte de las maniobras desde la Isla Perdiguera, propiedad del Conde de Romanones, quien la había cedido en 1921 al Ministerio de la Guerra para la celebración de prácticas militares. Posteriormente se desplazó nuevamente al aeródromo. Y aquí es donde nace nuestra historia.

En las instalaciones militares había una pista de tenis que era usada por los oficiales. El Rey, gran deportista, sugirió la celebración de un partido, una vez terminadas las maniobras que habían motivado su visita. Puesto que no tenía raqueta pidió una a los oficiales que practicaban el tenis en dichas instalaciones. D. Francisco Riera De La Peña, Capitán del Ejército del Aire, y antes General de Caballería, cedió gentilmente la suya al monarca.

En el transcurso del partido la raqueta se rompió. El Rey se disculpó con el Capitán Riera, quien aceptó las mismas de buen grado y orgulloso de haber prestado su raqueta al monarca.

La sorpresa llegó más tarde. Don Alfonso XIII no había olvidado lo sucedido, y unos días después de volver a Madrid ordenó lo necesario para compensar al Capitán Riera la pérdida de su raqueta. Así, al poco tiempo, éste recibió un paquete de madera a su nombre, con el sello real. Al abrirlo se encontró una nota de agradecimiento escrita de puño y letra por el Rey y una raqueta nueva marca Slazenger Thors, de mango de madera y marco de acero. Las cuerdas eran metálicas, muy finas.

La raqueta tenía el escudo real y era un modelo personalizado de los pocos ejemplares que la prestigiosa marca había lanzado en 1920. Sin duda, la mejor raqueta de la época y un modelo avanzado a su tiempo.

El Capitán Riera la guardó como un tesoro, y nunca llegó a utilizarla. Poco antes de morir la cedió a su hijo, también militar, D. Alfonso Riera Pasqual del Povil, Coronel de Aviación.

D. Alfonso tampoco la utilizó, consciente de tener un tesoro, y la guardó y cuidó durante muchos años y ya, al final de sus días, se la dio a su hijo Adrián Riera Gallar, socio de nuestro Club.

Hoy Adrián, buen jugador de tenis y mejor persona, mantiene este tesoro familiar como una parte importante de su vida. Primero porque la recibió de su Padre, y eso la hace especialmente valiosa y, después, porque es un recuerdo de un hecho histórico y de una época convulsa de nuestro País.

Él ha querido compartir con el Club y todos sus socios esta historia, y nos ha cedido amablemente la raqueta para que pueda ser expuesta en la vitrina de trofeos y apreciada y admirada por todos a quienes nos gusta el tenis, la Historia, con mayúsculas, o ambas cosas.

Así es nuestro Club. Repleto de historias por contar.

¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!